¿Por qué todos los residentes abandonaron un pueblo en la frontera con Alaska sin siquiera apagar las luces?

Cuando imaginas un pueblo fantasma, imaginas ruinas: casas sin techo, ventanas sucias y rotas, suelos podridos… Pero en Kitsault, situado en la costa norte de la Columbia Británica, en Canadá, solo puedes encontrar hileras continuas de casas perfectamente conservadas, centros comerciales, restaurantes, bancos, pubs y teatros. Están todos abandonados y vacíos, pero parecen intactos y perfectamente limpios. Las luces de la ciudad están siempre encendidas, las calles están bordeadas de árboles perfectamente podados y el césped está bien cuidado, pero nadie ha llamado a Kitsault su hogar desde 1982.

La ciudad de Kitsault, cerca de la frontera con Alaska, está a 115 kilómetros (70 millas) por un camino de grava desde Terrace. Este asentamiento no existió por mucho tiempo. Su historia comienza en 1979, cuando aquí se instaló una comunidad de mineros que trabajaban en minas de molibdeno. El molibdeno se agrega a diversas aleaciones para crear carburos duros y estables y se utiliza para impartir propiedades inoxidables al acero. Pero justo cuando la vida en esta utopía prístina de montaña estaba empezando a mejorar, el mercado del molibdeno colapsó y toda la población de la ciudad, unas 1.200 personas, huyó.

En esta parte de la Columbia Británica, al final de Observatory Bay, se han extraído metales preciosos y nobles como plata, plomo, zinc y cobre durante casi cien años. Esto condujo a la formación de un gran número de ciudades de rápido crecimiento, incluidas Elis-Arma y Anyox. Aquí se extrajo molibdeno desde finales de la década de 1960 hasta principios de la de 1970, pero la producción se detuvo cuando las ganancias de la empresa comenzaron a disminuir. A finales de la década de 1970, los precios del metal volvieron a subir a medida que las reservas en Alaska, Columbia Británica y el oeste de los Estados Unidos comenzaron a escasear. La empresa minera estadounidense Phelps Dodge decidió aprovechar la oportunidad.

Se reservó una gran extensión de tierra, de varios cientos de acres, para la ciudad de Kitsault, y se inició la construcción a una escala sin precedentes en la Columbia Británica. Los barcos con materiales de construcción llegaron al fiordo Kitsalt. Se construyó apresuradamente un camino de grava desde Terras a través de las montañas. Ingenieros y trabajadores de la construcción acudieron en masa desde toda América del Norte para aprovechar los empleos bien remunerados.

Se construyeron más de cien viviendas unifamiliares y dúplex, así como siete edificios de apartamentos con más de doscientos apartamentos. Aquí han surgido un moderno hospital, un centro comercial, restaurantes, bancos, una oficina de correos, un pub, una piscina, una biblioteca, dos centros de ocio y entretenimiento con jacuzzis y saunas y un teatro. Las líneas de televisión por cable y teléfono fueron tendidas bajo tierra. La ciudad estaba equipada con instalaciones de tratamiento de agua de última generación, y de los grifos fluía el agua más limpia de la provincia.

Apenas 18 meses después de que las primeras familias se mudaran, el mercado del molibdeno colapsó debido a la crisis y la aparición de subproductos del molibdeno. Las minas cerraron, la gente empezó a irse y Kitsalt quedó olvidado.

En 2005, el empresario indio-estadounidense Krishnan Suthanthiran compró la ciudad por 7 millones de dólares y comenzó a planificar su reactivación. Desde entonces, el millonario ha invertido unos 25 millones de dólares en mejoras y mantenimiento de la ciudad. Unas dos docenas de cuidadores recorren las casas y otros edificios comprobando su estado y realizando reparaciones. Cortan el césped, podan las ramas de los árboles y barren las calles.

Suthanthiran planea recuperar su inversión convirtiendo Kitsault en un centro de producción de gas natural licuado en Columbia Británica. El futuro de la ciudad depende del éxito de este proyecto de gas.