Matrimonio alquímico: el amor y la decepción de Marilyn Monroe y Arthur Miller
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Por Pictolic https://pictolic.com/es/article/matrimonio-alqumico-el-amor-y-la-decepcin-de-marilyn-monroe-y-arthur-miller.htmlEl 29 de junio de 1955 tuvo lugar quizás la boda más simbólica del siglo XX. La estrella de cine Marilyn Monroe, encarnación de la belleza y la sexualidad femenina, se casó con Arthur Miller, un dramaturgo cuya conciencia era considerada la voz de la nación. Su unión se convirtió no sólo en una historia de amor, sino en un choque de dos mundos, un contrapunto en el que se entrecruzaban los principales motivos de la historia estadounidense de esa época. Pero ¿se podía esperar que este matrimonio fuera feliz?
La pareja parecía un experimento alquímico en el que la pasión y el intelecto intentaban fusionarse en un todo. La mujer más deseada de Estados Unidos y una pensadora reconocida: parecían complementarse entre sí. Pero en su relación siempre había tensión: Marilyn quería mirar más a fondo, mientras que Miller, por el contrario, estaba ansioso por salir. Como resultado, su unión estuvo llena de conflictos, malentendidos y dolor.
Monroe pasó toda su vida buscando su “yo”. La infancia en orfanatos, las paredes de los hospitales, las crisis nerviosas de la madre: todo esto dejó una profunda huella. Absorbió el conocimiento con avidez, sorprendiendo a sus colegas en el set al leer a Dostoievski, Proust y Rilke entre toma y toma. Su mentor actoral fue Mijail Chéjov, quien le recomendó la obra de Miller La Muerte de un Viajante, y éste fue el comienzo de su admiración por su futuro marido.
Miller, por otro lado, sabía quién era desde el principio. Creció en una familia judía adinerada que luego se declaró en quiebra, pero conservó su cultura y estatus. Era un hombre del sistema, a pesar de su imagen de rebelde. A diferencia de Monroe, él no buscaba su propio beneficio, sino que construía una carrera.
Marilyn buscó en los hombres al padre que nunca conoció. Miller, por el contrario, buscaba en las mujeres una madre: estricta, cariñosa, dominante. Pensó que podía convertirla en su mujer ideal, pero pronto se dio cuenta de que ella era vulnerable, tan vulnerable como una niña. Unas semanas después de la boda, escribió en su diario: "La odio".
Monroe vio esta grabación por casualidad. Ella se sintió ofendida, pero no se dio cuenta de la profundidad del problema. Ella continuó buscando el apoyo de su marido, tratando de ser comprensible y necesaria para él. Sin embargo, la veía como una compañera desigual, pero también como una mujer dependiente y débil.
Se conocieron en 1951, cuando Monroe todavía era una aspirante a actriz. En uno de sus encuentros, Miller la devoró literalmente con la mirada, sin poder ocultar su admiración. Se volvieron inseparables: él le daba conferencias sobre literatura y hablaba con ella sobre Frost, Whitman y Cummings. Para ella él era un mentor, para él ella era una musa.
Pero cuando llegó el momento de elegir, Miller tuvo miedo. Estaba casado y tenía hijos. Le confesó su atracción por Monroe a... su esposa. Es lógico que esto no ayudara a salvar el matrimonio. Unos años más tarde, finalmente decidió divorciarse, pero para ese entonces Monroe ya se había convertido en una estrella. Ahora bien, su relación con ella no era sólo un romance: elevó su estatus al de ícono del pop.
En vísperas de la boda, Miller se encontró en el centro de atención cuando fue llamado a comparecer ante el Congreso para testificar sobre sus simpatías comunistas. Se negó a delatar a sus colegas, fue condenado a una multa y se convirtió en un héroe entre la élite intelectual. Y luego anunció que se casaría con la mujer más famosa del país.
Fue un gran paso. De la noche a la mañana, se convirtió no sólo en un dramaturgo, sino en un mártir de la libertad y en un ídolo de la intelectualidad estadounidense. Miller finalmente consolidó su estatus de dios, y Monroe... Monroe creía sinceramente que se iba a casar con un hombre que la entendía.
Su matrimonio estaba lleno de contradicciones. Monroe era emotiva, explosiva y compartía generosamente sus sentimientos. Miller, por el contrario, era frío, racional y calculador. Estaba celoso no sólo de sus fans, sino también de su fama. Su mundo estaba lleno de emoción, el de él estaba lleno de estrategia. Ella buscaba apoyo y él iba construyendo metódicamente una carrera. Como resultado, se distanciaron cada vez más.
Cuando Monroe quedó embarazada, podría haber sido una oportunidad para la reconciliación. Pero ella perdió a su hijo, y esta tragedia sólo profundizó la brecha entre ellos. Ya no podían fingir que todo estaba bien. Se divorciaron en 1961.
Monroe conservó cálidos sentimientos por su ex suegro, Isidore Miller, hasta el final de su vida. Se comunicaron mediante correspondencia y se llamaron. Fue él a quien ella llevó una vez a una reunión con el presidente Kennedy. El padre que ella había estado buscando finalmente había aparecido en su vida.
Y Miller encontró a quien había estado buscando toda su vida: la mujer que podría convertirse en su madre. Su tercera esposa, la fotógrafa Inge Morath, lo cuidó y le proporcionó el consuelo que le faltaba en su matrimonio con Monroe.
Después de su muerte en 2001, Miller vivió una vida solitaria y rara vez habló del pasado. En su testamento reconoció oficialmente por primera vez a su hijo, que nació con síndrome de Down y a quien en un momento dado se negó a criar. Pero ya era demasiado tarde.
La unión de Miller y Monroe resultó no ser un matrimonio alquímico, sino un experimento en el que dos elementos fuertes no podían unirse. Se sentían atraídos el uno por el otro, pero eran demasiado diferentes para estar juntos.
La historia de su amor no es sólo la historia de dos personas, sino también el reflejo de las contradicciones de toda una época. Es un choque entre romance y cálculo, emoción e intelecto, el poder de las estrellas y la sombra que siempre lo sigue.
¿Qué piensas? ¿Habrían sido felices juntos si se hubieran conocido en circunstancias diferentes? ¿O su matrimonio estaba condenado desde el principio? ¡Comparte tu opinión en los comentarios!
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