Hola, armas: un día en la vida de un recluta francés

El fotógrafo Denis Mayer documentó la vida cotidiana de los soldados franceses que acababan de unirse al 3er Regimiento de Paracaidistas de los Marines del Ejército Francés,y contó cómo era.

"La primera vez que conocí a soldados del 3er Regimiento de Paracaidistas de la Infantería de Marina del Ejército Francés fue en octubre de 2015 durante un curso de capacitación de tres días sobre vigilancia en zonas de conflicto. Fue justo antes de que 100 nuevos reclutas se unieran al regimiento de paracaidistas, que iban a ser entrenados durante tres meses."

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Fuente: VICE

La primera semana de reclutas se dedica a clases teóricas y tareas más prácticas: una visita a la peluquería, un examen médico y vacunas, si es necesario. Cuando se resuelven todos los problemas, comienza una capacitación intensiva de tres meses. Durante estos tres meses, seguí a los recién llegados.

Personalmente, siempre he tenido un gran prejuicio contra el ejército. Se podría decir que yo era antimilitarista. Por supuesto, a medida que pasaba tiempo con los reclutas, siendo parte de su vida diaria y acompañándolos en el entrenamiento, mi opinión sobre estos muchachos cambió mucho.

Me sorprendió lo maduros que resultaron ser los recién llegados. Eran educados y tenían la cabeza sobre los hombros. La mayoría de ellos ya tenían alguna experiencia profesional: uno de ellos era carpintero, otro bombero, un tercero mesero y un cuarto estudiante de arte. Alguien quería unirse al ejército porque uno de los parientes también sirvió. Nadie estaba allí por accidente.

Durante el curso intensivo, los descansos o momentos de soledad eran poco frecuentes. Hubo tiempo suficiente para darse una ducha después de una serie de flexiones, flexiones, saltar la cuerda y ejercicios de cadera y abdominales que los reclutas hacen después de los deportes. Podían ser despertados en medio de la noche, una hora después de que se apagaran las luces, para una marcha nocturna de diez millas a través de matorrales de bosque y campos excavados.

Los reclutas superaron todo esto debido a la camaradería y al flujo incesante de bromas durante y después del entrenamiento. Nadie se quedó atrás.

Cada día comenzaba con una carrera de cuatro millas y media o un baño en la piscina pública de Villefranche-de-Rouergue. La piscina estaba reservada para los nuevos reclutas antes de que se abriera a los visitantes habituales. Después de eso, los instructores les mostraron cómo realizar búsquedas. Aprendieron a vivir en la naturaleza. Varias noches a la semana vivaqueaban en el borde del bosque, construían refugios con ramas y aprendían a poner mantas en el suelo para pasar la noche.

Cada segundo fin de semana, los reclutas podían irse de licencia. Algunos regresaban a casa con sus familias, otros se reunían con sus novias o pasaban el rato juntos, visitando clubes y bares cercanos.

Durante el entrenamiento, algunos se rindieron, debido a la falta de motivación o simplemente porque el ritmo de la vida militar o la forma de pensar no les convenía. Otros se fueron porque estaban heridos. Pero en general, los muchachos estaban orgullosos de estar entrenando para soldados, jugarían un papel clave en guerras y conflictos, y aprenderían a percibir la muerte como algo que podría suceder en el trabajo.