El impuesto a la orina en la antigua Roma, o por qué el dinero no huele

El impuesto a la orina en la antigua Roma, o por qué el dinero no huele

Categorias: Historia | Sociedad

La frase "el dinero no huele" es familiar para todos. Pero no todos saben que sus orígenes se remontan al lejano año 32 d. C. y están relacionados con una inusual decisión del emperador Vespasiano. Esta historia demuestra vívidamente la ingeniosa estructura de la economía romana y la facilidad con la que medidas poco convencionales se integraron en la política estatal. En este artículo, analizaremos los orígenes de esta famosa expresión y por qué aún se recuerda hoy en día.

El impuesto a la orina en la antigua Roma, o por qué el dinero no huele

En la antigua Roma, la orina se percibía de forma muy distinta a la actual. Este subproducto aparentemente inútil de la actividad humana se recolectaba y se utilizaba para diversos fines. Se utilizaba para lavar ropa en casa y en lavanderías, para blanquear lino y lana, para curtir cuero y con fines medicinales. En la Edad Media, también se convirtió en una materia prima estratégica para uso militar.

El impuesto a la orina en la antigua Roma, o por qué el dinero no huele

Además, la orina infantil se usaba a menudo para enjuagarse la boca, simplemente para prevenir las caries y el mal aliento. Por cierto, este gargarismo, recomendado por los médicos antiguos, se mantuvo popular hasta el siglo XVIII. Por ello, los romanos trataban la orina con cuidado, e incluso había quienes la recolectaban. Se compraba a cambio de dinero, tanto a los pobres como a los ricos.

La recolección de orina era realizada por personal especializado. Grandes ánforas de arcilla se encontraban por toda Roma donde los ciudadanos podían orinar. Los recolectores vaciaban estas vasijas regularmente y vendían su contenido a talleres y lavanderías. La orina de los pobres era incluso más valorada que la de los ricos, pues se creía que estaba más concentrada debido a su mala alimentación.

El Imperio romano del siglo I d. C. atravesaba tiempos difíciles. Tras un año de cuatro emperadores, en el que el poder se alternaba a una velocidad vertiginosa, Tito Flavio Vespasiano ascendió al trono. El nuevo gobernante heredó un tesoro prácticamente vacío y numerosos problemas que requerían financiación inmediata.

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Vespasiano era famoso por su pragmatismo y perspicacia para los negocios. A diferencia de muchos de sus predecesores, no dudó en buscar ganancias donde otros emperadores lo habrían considerado indigno. El emperador observó un negocio floreciente en la recolección y venta de orina y decidió que el estado debía recibir su parte de este lucrativo negocio.

Alrededor del año 70 d. C., Vespasiano introdujo un impuesto sobre la recolección de orina de los baños públicos. A partir de entonces, los propietarios de lavanderías y curtidurías debían pagar al erario público el derecho a recolectar orina. El impuesto se aplicó en todo el imperio y generó importantes ingresos para el estado.

No todos en el séquito del emperador aprobaron el nuevo impuesto. El hijo de Vespasiano, el futuro emperador Tito, se sintió particularmente indignado. El joven creía que semejante impuesto degradaba la dignidad de Roma y su gobernante. ¿Cómo podía alguien beneficiarse de una sustancia tan vil?

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Vespasiano escuchó las quejas de su hijo y decidió darle una lección de pragmatismo. El emperador ordenó que le trajeran las monedas recaudadas con el impuesto a la orina y las acercó a la nariz de Tito, diciendo: «Pecunia non olet» (el dinero no huele).

De hecho, las monedas de oro y plata no se diferenciaban de las demás, independientemente de su origen. Esta frase se extendió instantáneamente por Roma y pasó a la historia. Se convirtió en un símbolo de un enfoque pragmático de la economía y un recordatorio de que el dinero sigue siendo dinero, independientemente de su origen. Vespasiano demostró que un buen gobernante no puede ser escrupuloso cuando se trata del bienestar del estado.

El impuesto sobre la orina resultó tan rentable que Vespasiano decidió ampliar su alcance. Se empezaron a construir baños públicos por toda Roma y las provincias. Estas estructuras eran bastante cómodas para los estándares de la época: largos bancos de piedra con agujeros por debajo de los cuales corría agua corriente.

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En honor al emperador que introdujo el famoso impuesto, los baños públicos se conocieron como "veskpasiani". Este nombre se ha conservado en algunos idiomas europeos hasta nuestros días; en Francia, Italia y Rumanía, a veces se les llama así.

Las veskpasianas cumplían una doble función. Por un lado, abordaban un importante problema de saneamiento en las ciudades en crecimiento. Por otro, garantizaban un suministro constante de materias primas para los artesanos y, en consecuencia, impuestos para el erario público. Algunos de estos baños eran tan lujosos que se convertían en lugares de conversación social.

El impuesto a la orina sobrevivió a su creador. Tras la muerte de Vespasiano en el año 79, el poder pasó a su hijo Tito, el mismo que en su día había resentido el impuesto. Sin embargo, el nuevo emperador no abolió el lucrativo impuesto. Al parecer, la lección de su padre no le había pasado desapercibida, y Tito comprendió el valor práctico de la invención de Vespasiano.

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El impuesto persistió durante varios siglos más y solo se abolió a finales de la época imperial, cuando el sistema económico romano experimentó cambios significativos. Para entonces, habían surgido otros métodos de producción de amoníaco y la orina perdió su valor industrial.

Sin embargo, el recuerdo del impuesto de Vespasiano ha perdurado para siempre. La frase «el dinero no huele» ha sobrevivido a los siglos y aún se usa hoy, recordándonos al emperador romano que no temía hacer el ridículo por el bien del Estado.

El emperador le dejó claro a su hijo que el dinero siempre es dinero, independientemente de su origen. Poco después, el poeta y satírico romano Juvenal utilizó la sabiduría del emperador con una ligera modificación. Escribió: «El olor a ingresos es bueno, sea cual sea su origen».

El impuesto a la orina en la antigua Roma, o por qué el dinero no huele

Esta expresión, acuñada hace dos mil años, se sigue usando hoy en día. Es apropiada para indicar que el dinero obtenido por medios dudosos es indistinguible del dinero ganado mediante trabajo honesto. Cuando la prudencia financiera de alguien supera sus principios morales, también se dice: «El dinero no huele».

Esta antigua historia lo deja claro: las actitudes hacia el dinero y sus orígenes cambian mucho más lentamente que las propias épocas. ¿Crees que el principio de que el dinero no huele sigue vigente hoy en día? ¿Acaso el fin siempre justifica los medios cuando se trata de ingresos? Comparte tu opinión en los comentarios.

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