Dos estadounidenses planearon capturar la isla y matar a sus habitantes.

¿Quién no ha soñado con tener una isla tropical? Por desgracia, no es un placer barato, y para la mayoría, un trozo de arena blanca y palmeras seguirá siendo un sueño irrealizable. Pero dos estadounidenses —Gavin Rivers Weisenberg, de 21 años, y Tanner Christopher Thomas, de 20— encontraron lo que creían una forma sencilla y económica de convertirse en propietarios de una isla. Decidieron aprovecharla. Sin embargo, no los impulsaba el deseo de privacidad y exotismo, sino algo mucho más siniestro y prosaico.

Los jóvenes tejanos eligieron como objetivo la isla de Gonâve, en el Caribe, frente a la costa de Haití. Pasaron un año entero preparándose para la "incursión", estudiando la distribución de la isla y adquiriendo las habilidades necesarias. Weisenberg se matriculó en una academia de bomberos, y su amigo Thomas fue aún más lejos, alistándose en la Fuerza Aérea de Estados Unidos.

En su tiempo libre, estudiaban criollo haitiano y practicaban navegación en un yate; planeaban usarlo para llegar a la isla. Gavin incluso consideró volar a Tailandia para obtener una licencia internacional de capitán, pero se quedaron sin dinero. Los chicos no planeaban depender solo de sí mismos: planeaban reclutar un "ejército" de personas sin hogar en Washington.

¿Por qué necesitaban un ejército? Es sencillo: Gonâve tiene una población de entre 85.000 y 100.000 habitantes. Weisenberg y Thomas planeaban exterminar a todos los hombres y someter a las mujeres y los niños a la esclavitud sexual. Esto requería un gran velero, armas de fuego y municiones. Se discutió la posibilidad de adquirir fondos, pero, naturalmente, no había ninguno disponible.

Aún no está claro cómo el FBI localizó a los dos supuestos dueños de esclavos. Una teoría es que el servicio militar de Thomas condujo al descubrimiento. El FBI se tomó el caso con extrema seriedad, como lo demuestran los cargos presentados contra ellos.

Se les acusa de conspiración para cometer asesinato, lesiones corporales graves y secuestro fuera de Estados Unidos, así como de producir pornografía infantil. Los cargos principales conllevan cadena perpetua. Los abogados de los acusados califican las pruebas de "infundadas" y afirman que el caso está siendo exagerado.

La historia de dos jóvenes "piratas del siglo XXI" suena absurda, pero no por ello menos aterradora: lo planearon todo con demasiada minuciosidad y la preparación fue demasiado realista. ¿Dónde se traza el límite entre las fantasías adolescentes, la inmadurez y una auténtica amenaza para la sociedad?