Felicia Simion, de 21 años, fotografía a su sobrino de cinco años mientras visita la casa de sus abuelos en un pequeño pueblo rumano durante los fines de semana y las vacaciones. “Decidí unirme a Félix en su mundo de juego ficticio, donde yo era el observador y el narrador, y él, libre de restricciones, reencarnaba como un perro, una niña rubia o un hombre severo”, dice Felicia. “Al ver la expresión de su libertad y diversión incondicional, pude volver a enamorarme del lugar donde una vez pasó mi propia infancia”.