Los árboles devoradores de hombres de Madagascar: ¿Realidad o mito?

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Las plantas insectívoras que cazan pequeños animales son conocidas por todos. Pero es extremadamente difícil creer que existan árboles que sean capaces de atrapar y digerir a una persona. Sin embargo, desde hace casi un siglo y medio, los científicos y entusiastas no han renunciado a intentar encontrar árboles carnívoros, que fueron descritos a finales del siglo XIX por el viajero y naturalista alemán Karl Lische.

Los árboles devoradores de hombres de Madagascar: ¿Realidad o mito?
Los árboles devoradores de hombres de Madagascar: ¿Realidad o mito?

En 1881, una expedición dirigida por el científico alemán Carl Lische visitó las remotas regiones montañosas de la isla de Madagascar. De su viaje, Lische trajo consigo no sólo herbarios, dibujos y animales disecados, sino también una extraña historia sobre un árbol devorador de hombres. El viajero contó sobre un extraño y cruel ritual de una de las tribus locales, del que fue testigo.

Los árboles devoradores de hombres de Madagascar: ¿Realidad o mito?
Los árboles devoradores de hombres de Madagascar: ¿Realidad o mito?

Según Karl Lische, los malgaches sacrificaron a un hombre a un árbol extraño. Tenía 2,5 metros de altura y se parecía a una piña. De lo alto de su tronco crecían hojas largas y anchas que tocaban el suelo. Cada hoja parecía una puerta abierta, sembrada de puntas afiladas a lo largo del borde. Los salvajes empujaron a la víctima al abrazo de un árbol, que desgarró su carne con hojas y se lo tragó por completo. Lishe llegó al árbol unos días después y vio que todo lo que quedaba de la víctima era el cráneo que yacía entre las raíces.

Los árboles devoradores de hombres de Madagascar: ¿Realidad o mito?

La historia del viajero alemán, inquietante y poco verosímil, interesó a los amantes de lo exótico. La gente comenzó a llegar a Madagascar con el objetivo de encontrar la formidable planta. La primera expedición seria, que incluyó científicos, tuvo lugar en 1920. Estuvo encabezada por el gobernador del estado norteamericano de Michigan, Chase Osborne. A pesar de que los investigadores recorrieron la isla varias veces y visitaron todas sus partes, no pudieron encontrar árboles.

Pero la historia de Karl Lische continuó entusiasmando las mentes de los científicos. Además, periódicamente llegaba información sobre dichas plantas desde diferentes partes del planeta. En 1925, un tal Bryant publicó un artículo sobre cómo vio un árbol en una de las islas de Filipinas con restos humanos colgando de sus ramas.

Los árboles devoradores de hombres de Madagascar: ¿Realidad o mito?

En la década de 1970, Mariano da Silva informó sobre un árbol asesino que vio mientras viajaba por la selva en la frontera entre Brasil y Guyana. No cazaba personas sino pequeños monos. Los primates se sintieron atraídos por las frutas de colores brillantes y olor dulce y treparon por las ramas. Las hojas del árbol envolvieron al animal formando un denso capullo y lo digirieron durante varios días, llenándolo de jugo cáustico. Luego las hojas se enderezaron nuevamente y sólo unos pocos de los huesos más grandes cayeron al suelo: todo lo que quedaba de la presa.

Todas estas historias no hicieron más que irritar a los representantes de la ciencia oficial, pues parecían más bien el fruto de una imaginación descabellada. A pesar de la abundancia de cuentos sobre árboles devoradores de hombres, nadie ha podido aportar pruebas de su existencia. La ciencia sólo conoce pequeñas plantas carnívoras capaces de digerir un insecto o un pequeño roedor.

En 1935, la revista American Botanics decidió poner fin a las historias del árbol asesino. Los editores ofrecieron una recompensa de 10.000 dólares a cualquiera que pudiera demostrar la existencia de dichas plantas. Era una suma considerable, por lo que hubo bastantes solicitantes del premio. El oficial británico retirado Hurst fue uno de los que creyó tener el dinero en el bolsillo. Este valiente hombre fue solo a buscar árboles devoradores de hombres.

Los árboles devoradores de hombres de Madagascar: ¿Realidad o mito?

Hirst vagó por Madagascar durante cuatro meses, molestando a los lugareños con preguntas sobre los árboles milagrosos. Logró descubrir una nueva especie de planta carnívora. Era un árbol rechoncho con flores grandes y carnosas. El británico fotografió varios esqueletos de grandes mamíferos a sus pies.

Pero Hearst fue acusado de falsificación. Al parecer, él mismo dispuso los restos de los animales antes de tomar la fotografía, con el objetivo de generar sensación científica. Enfadado por las burlas de los escépticos, el investigador volvió a Madagascar en busca de pruebas. Pero el oficial no regresó. Las expediciones de rescate tampoco pudieron encontrar ningún rastro de él. ¿Tal vez encontró el árbol devorador de hombres y se convirtió en su víctima?

En nuestros días, el viajero checo Ivan Mackerel siguió los pasos de Hearst. Él y un grupo de personas con ideas afines también decidieron buscar el árbol devorador de hombres y, al mismo tiempo, rastros del inglés desaparecido. La expedición no logró sus objetivos: Hearst desapareció en el aire y los árboles míticos sólo crecieron en los cuentos de hadas locales.

Es cierto que Mackerel descubrió varias especies nuevas de plantas carnívoras que cazan insectos. Estos representantes de la flora tenían un papel especial en forma de jarra con paredes interiores resbaladizas. Una vez dentro, la víctima ya no pudo escapar y fue disuelta por el jugo de la planta.

Los árboles devoradores de hombres de Madagascar: ¿Realidad o mito?

Pero Ivan Mackerel encontró un árbol asesino. Los lugareños llevaron al científico a una planta que los malgaches llaman "kumanga". No come personas ni animales, pero puede matarlos con sus vapores. Los pájaros que se posan en las ramas de un árbol caen muertos. Y durante la floración, cuando se liberan sustancias letales de forma especialmente activa, cerca de su tronco se pueden encontrar cadáveres de animales de gran tamaño. Pero el kumanga no come carne, por lo que no se le puede llamar árbol devorador de hombres.

Resulta que la cuestión planteada a finales del siglo XIX todavía sigue abierta. La búsqueda de una planta que pueda matar y digerir a una persona continúa en todo el mundo. Es cierto que los científicos serios ya no participan en estas diversiones.

     

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