Lleve al pecho: la historia mundial del sujetador
La primera patente oficial para un sujetador se recibió el 3 de septiembre de 1914. La autora de este maravilloso invento fue una mujer: la progresista estadounidense Mary Phelps Jacobs. Mientras se preparaba para otro evento social, Mary recurrió a un truco e hizo una alternativa al corsé habitual con dos bandas elásticas, que estaba destinado a convertirse en el primer sujetador.
Pero la historia de esta maravillosa prenda femenina no comienza con este evento. La ropa para el pecho de las mujeres existe desde la antigüedad y siempre ha cumplido funciones no solo estéticas, sino también prácticas. El soporte mamario ha sido un problema para las mujeres a lo largo de la historia. Nuestra investigación histórica explora las huellas culturales de los sujetadores en la historia del mundo.
Por mucho que digan que los primeros sujetadores se inventaron en el Antiguo Egipto, los estudios afirman que en las orillas del Nilo no se conocía tal prenda de vestir. Las mujeres del pueblo preferían ir en topless y las damas nobles escondían sus encantos bajo amplias túnicas y quitones.
Durante la Edad del Bronce, la cultura minoica en la isla de Creta tenía muchos símbolos asociados con los senos de las mujeres como símbolos de fertilidad. Las estatuas de la diosa madre solían tener los pechos abiertos y las mujeres terrenales la imitaban en todo. Los historiadores dicen que las mujeres cretenses se ataban los pechos desde abajo, pero no los cubrían por completo.
La cultura de la Antigua Grecia es considerada un referente en muchos sentidos, pero lo que definitivamente no tenía eran los sujetadores push-up. Las mujeres nobles vestían túnicas espaciosas, sin restringir su dignidad. Sólo unas pocas guerreras se ataron el pecho con cintas apretadas. La leyenda de las mujeres amazónicas habla de un procedimiento tan desagradable como quemar el seno derecho para que sea más fácil disparar con un arco.
Se sabe con certeza que las atletas de la Antigua Roma se ataban los pechos con cintas apretadas para no interferir al hacer ejercicios o montar a caballo.
La moda china era de carácter muy conservador, y además tenía una clara predilección por suprimir todo lo femenino. Las mujeres chinas escondían cuidadosamente sus pechos bajo anchas cintas de lino llamadas “dudu”. Se convirtieron en prototipos de corsés, ya que apretaban no solo el pecho sino también el estómago.
En la Edad Media no existía una actitud claramente definida hacia los senos femeninos, pero las damas esbeltas de la alta sociedad tenían una clara tendencia a carecer de ellos, lo que finalmente desembocó en una moda por las formas esbeltas y juveniles. Los senos grandes y las caderas anchas se convirtieron en un signo de los plebeyos, y el resto tuvo que apretar el exceso en corsés ajustados, que en ese momento se habían convertido en una prenda de vestir femenina cotidiana.
La moda de las siluetas juveniles requería cada vez más corsés. Curiosamente, esto se convirtió en un buen negocio para los balleneros, ya que los mejores corsés se confeccionaban con una estructura de ballena. Una mujer con figura de reloj de arena se ha convertido durante muchos siglos en un símbolo de belleza, y los ecos de esta moda son visibles hasta el día de hoy.
La Gran Revolución Francesa, entre otras libertades, trajo la emancipación de la mujer. Los revolucionarios también querían una nueva moda, libre de los prejuicios del pasado. Las mujeres dejaron de esconder sus pechos bajo corsés y empezaron a usar escotes profundos. Al mismo tiempo, las mujeres de las clases bajas se ataban el pecho con cintas por conveniencia, incluso para usar vestidos de hombre, que estaban de moda en ese momento.
A las tradiciones puritanas del siglo XIX no les gustaba mucho la libertad de las mujeres. Las jóvenes especialmente nerviosas eran tratadas en hospitales psiquiátricos y la libertad mamaria estaba fuera de discusión. El código de conducta exigía que las mujeres usaran fajas día y noche, y el escote estaba fuera de discusión.
En Gran Bretaña, durante el reinado del rey Eduardo VIII, se inició un movimiento de mujeres por sus derechos, entre ellos el derecho a llevar ropa cómoda. Como argumento se dieron argumentos de peso sobre la nocividad de los corsés y la deformación de los órganos internos que provocaban. Así, a finales del siglo XIX hubo una verdadera explosión de inventos de nuevos tipos de ropa interior femenina, que no eran dañinas y eran mucho más cómodas que cualquier cosa que la mente humana hubiera ideado antes.
El invento histórico de Mary Phelps Jacobs se produjo en 1914 y se convirtió en la encarnación de miles de años de aspiraciones y esperanzas de mujeres de todo el mundo. Llamó a su invento “corsé sin espalda” y lo hizo con dos pañuelos y bandas elásticas. La idea se le ocurrió a la niña en el momento en que se estaba probando un vestido con la espalda abierta, preparándose para otro evento social.
Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, la industria ligera ya dominaba muchos modelos de sujetadores, pero esta prenda seguía siendo un producto muy especializado. El golpe fue la adopción oficial de sujetadores como uniforme para las mujeres soldados, lo que ayudó enormemente a elevar la moral entre los militares.
Después de la guerra hubo una verdadera explosión de interés por las prendas íntimas. Cientos de diseñadores comenzaron a desarrollar nuevos modelos y las empresas ofrecieron una amplia variedad de estilos, desde sujetadores premamá hasta los primeros modelos con aros o sujetadores aterradores con estructura de alambre.
A pesar de que los historiadores de la moda han predicho repetidamente la muerte de esta prenda, el interés por los sujetadores no da señales de disminuir.