La niña contó cómo sobrevivir durante un vuelo de 23 horas sin aparatos
"Lo siento, solo quedan asientos en el medio": cualquiera que se registre para un vuelo tiene miedo de escuchar esta frase. Y una chica llamada Rebecca Andrews tuvo "suerte" de escucharla. Tuvo que pasar las siguientes 23 horas en el lugar en medio de la fila. ¿Qué podría ser peor? ¿Un vecino maloliente? ¿Un bebé llorando? Rebecca decidió complicarse la vida por su cuenta: sumergirse en la atmósfera de los años 70, cuando no había reproductores, computadoras portátiles y teléfonos inteligentes. Y la única forma de entretenerse era fumar, beber y hablar con un vecino.
Para todos los que crecieron abrazando los gadgets, renunciar a ellos equivale al suicidio. Pero Rebecca Andrews decidió que un vuelo de 23 horas era perfecto para tal experimento. La niña decidió escribir todas sus impresiones. Tan pronto como Rebecca subió a bordo, notó varias cosas por sí misma: hacía mucho calor en la cabina, los pasajeros se pusieron inmediatamente los auriculares y no prestaron atención a la conferencia de seguridad, la gente tosió mucho durante la primera hora del vuelo.
Rebecca decidió pedirle vino a la azafata, pero se la negaron porque el avión aún no había despegado. Como no había nada de qué ocuparse, tomó la revista y la leyó detenidamente de principio a fin, pero terminó antes del despegue.
En el minuto 90 del vuelo, finalmente se trae comida.
Cuatro horas después del inicio del vuelo, las luces se atenuaron, muchos pasajeros se durmieron.
En el camino de regreso, Rebecca repitió su experimento. Los resultados son los mismos.
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