La increíble artista Sarah Biffen, que nació sin brazos ni piernas
Cuando la gente dice que no puede hacer algo porque carece de las habilidades o habilidades, vale la pena recordar la historia de Sarah Biffen. Nació sin brazos ni piernas, en una familia pobre, en la Gran Bretaña del siglo XVIII. Nadie creía que la niña viviría hasta un año. Pero Sarah no solo sobrevivió, sino que también se convirtió en una artista famosa, a quien la propia reina encargó retratos.
Sarah Biffen nació en octubre de 1784 en una familia de agricultores en el condado inglés de Somerset. Los padres se sorprendieron al ver a la recién nacida: no tenía brazos ni piernas, sólo unos apéndices rudimentarios parecidos a aletas. En aquella época, las personas con tales discapacidades físicas se consideraban condenadas, especialmente en condiciones de pobreza.
Sin embargo, la familia de Sarah decidió no darse por vencida con ella. Eran buenos cristianos y razonaron que todo era la voluntad de Dios. Y la niña mostró una increíble resistencia y ganas de vivir. No estaba nada contenta con la vida de la planta y su paulatino declive. Desde pequeña aprendió a afrontar sola las tareas cotidianas: comer, vestirse e incluso coser, sujetando una aguja con los dientes. A pesar de esto, la niña seguía siendo una carga para su familia pobre, porque no podía trabajar en el campo.
A los 12 años, la vida de Sarah cambió. Sus padres la vendieron al circo ambulante del señor Dukes, lo cual era una práctica común en aquel entonces. En aquella época los circos eran muy diferentes a los modernos. Sí, había acróbatas, magos y entrenadores, pero el núcleo siempre fueron personas con discapacidad física. El trabajo en el “circo de los monstruos” para personas discapacitadas era duro y humillante. Pero para la mayoría de las personas de familias pobres no había muchas opciones: un espectáculo de circo o morir de hambre.
Los artistas con discapacidad física no sólo podían alimentarse por sí mismos. Algunos de ellos se ganaron una vejez completamente próspera y otros incluso se hicieron ricos. El ruso Nikolai Kobelkov, al igual que Biffen, que nació sin brazos ni piernas, se convirtió en millonario austríaco. Entonces podemos decir que Sarah se ha adaptado bien a la vida.
Sarah, que nació sin extremidades, era vulnerable incluso en comparación con otros artistas. Ni siquiera podía realizar trucos sencillos, por lo que le ofrecieron algo inusual: dibujar. Esta idea perteneció al propio propietario del circo, el señor Dukes, quien vio en ello una oportunidad para atraer espectadores.
Sarah dibujó por primera vez para el público en el circo, sosteniendo un pincel o un lápiz en la boca. Pero pronto el arte la cautivó tanto que empezó a superar a su maestra. El dibujo, una habilidad que no está al alcance de todas las personas sanas, le abrió un mundo completamente nuevo. Pintaba no sólo en la arena, sino también en su tiempo libre.
En la Inglaterra victoriana, se podía contar el número de mujeres artistas con los dedos de una mano. Fue increíblemente difícil irrumpir en el mundo de las bellas artes, ocupado por el sexo más fuerte. ¡Sarah Biffen lo hizo todo! Pronto la gente empezó a venir al circo no sólo para verla dibujar. Querían encargarle cuadros y estaban dispuestos a pagar por ello.
Sarah pintó miniaturas, retratos y paisajes sobre marfil. En aquella época, estaban de moda los medallones con imágenes de seres queridos, de una casa o de un paisaje querido. Los cuadros pequeños no eran fáciles de pintar ni siquiera para un maestro en buena forma física. Nadie sabe cómo Sarah logró hacer esto, sosteniendo pequeños cepillos en la boca.
El año 1808 fue un punto de inflexión en la vida de Sarah. Actuó en la Feria de San Bartolomé. Fue posicionada como un "milagro de milagros" y muchos querían ver al increíble artista. Biffen y un tal Earl Morton miraron dentro de la carpa del circo. Se mostró escéptico y esperaba ver otro engaño. Para su sorpresa, no vio a un artista de circo inteligente desempeñando un papel, sino a un verdadero artista.
Sarah impresionó tanto al conde que inmediatamente le asignó un salario. También le encontró un maestro: el artista de la Royal Academy William Craig. Así, Biffen pasó directamente del circo ambulante a la Real Academia. La niña estuvo a la altura de las esperanzas de su patrón. En 1821 recibió la medalla de la Sociedad de Artistas de la Real Academia.
Pronto, las obras de Sarah Biffen comenzaron a ser encargadas por miembros de la familia real. Incluso pintó un retrato de la propia reina Victoria. A los clientes les gustaron mucho las pinturas y a Sarah le pagaron generosamente. Pero eso no fue lo más importante. La artista, que pintó el retrato de la propia reina, empezó a gozar de una autoridad increíble. Fueron tantos los encargos que Earl Morton insistió en abrir un estudio de retratos en Bond Street de Londres.
Los medallones con retratos o paisajes sobre marfil se hicieron populares y Biffen se encontraba entre los artistas cuyo trabajo era muy apreciado. Este fue un éxito increíble para una mujer de esa época, especialmente para alguien como Sarah. Su técnica era tan filigrana que sorprendió a todos los que conocían las limitaciones físicas de la artista.
Sarah Biffen se convirtió en la artista más famosa de Inglaterra. El propio Charles Dickens la mencionó dos veces en sus obras. Han sobrevivido varios retratos de Sarah, pintados por ella misma y otros autores. En ellos parece una dama respetable, vestida cara y con buen gusto.
Pero en 1827 llegaron los problemas: murió el mecenas del artista, Earl Morton. Después de perder a su único ser querido, Sarah cayó en una depresión. Le resultaba difícil trabajar y rechazaba cada vez más encargos lucrativos. En un momento difícil, la propia reina Victoria acudió en ayuda del artista. Ella le dio a la mujer manutención de por vida. Ahora Biffen no podía preocuparse por su futuro y trabajar no solo por encargo, sino también por su propio placer.
Se sabe muy poco sobre los últimos años de la vida de este asombroso artista. Se sabe que Sarah Biffen cerró su estudio en Londres y se mudó a Liverpool. Firmó sus últimos trabajos como Sarah Wright, lo que puede indicar que la artista se casó. Dejó un gran legado creativo; sus pinturas aún se conservan en colecciones privadas y museos. Biffen se ha convertido en un símbolo de increíble fortaleza y talento que ha superado todos los límites de lo posible.
Sarah Biffen murió en 1850 a la edad de 66 años. Su historia continúa inspirando a personas de todo el mundo, recordándoles que ni las limitaciones físicas ni los prejuicios sociales pueden impedir que una persona alcance la grandeza.
¿Qué opinas de la increíble fuerza de voluntad de Sarah Biffen? ¿Te imaginas en su lugar? ¡Comparte tu opinión en los comentarios!