El viejo Japón de la segunda mitad del siglo XIX en fotografías de Adolfo Farsari
Estas fotografías pintadas a mano del antiguo Japón enseñan una lección de historia sobre cómo era la vida allí en la Tierra del Sol Naciente a principios de los siglos XIX y XX. El autor de las imágenes es Adolfo Farsari, un fotógrafo italiano que vivió en Yokohama después de una corta carrera militar.
Sin lugar a dudas, Adolfo estaba en el lugar correcto en el momento adecuado. Dos siglos antes del nacimiento del emprendedor italiano, en 1639, el gobierno militar feudal de Japón inició una política exterior de autoaislamiento. El país se cerró por completo a los extranjeros, se hizo una excepción solo para los comerciantes holandeses, y a los japoneses se les prohibió abandonar el país bajo amenaza de ejecución.
Solo en 1850-1860, bajo la presión de los Estados Unidos, Rusia, Inglaterra y Francia, Japón se vio obligado a abandonar su aislamiento centenario, comenzaron las reformas en el país, cuyo propósito era crear un país fuerte con un ejército poderoso. En esos años, Japón dio un gran salto de la Edad Media a los Tiempos Modernos: el Estado se embarcó en los rieles del desarrollo industrial al estilo occidental.
Aquí apareció nuestro héroe... Adolfo Farsari era italiano, en 1841 nació en Vicenza, que entonces formaba parte de Austria. Emigró a los Estados Unidos, sirvió en la caballería, se casó, pronto se divorció y se mudó a Japón
En ese momento, Japón ya no era un Estado aislado y cerrado, por el contrario, llevaba a cabo una política exterior activa y tenía relaciones comerciales con muchos países, pero su cultura se mantuvo intacta y sin cambios. Fue este factor el que despertó el interés del público en estas fotos, muchos estaban interesados en observar una forma de vida tan remota y ajena.
El propio Adolfo vivía en Japón desde 1873 y tenía un pequeño negocio de diseño y decoración de libros, revistas, carteles, etc., pero cuando la popularidad le llegó, abrió su propio estudio y se dedicó a él durante muchos años. Casi todas las obras de estudio de Farsari estaban destinadas a la venta a turistas. En ese momento, las fotografías en blanco y negro, pintadas a mano con pinturas de colores, eran populares entre los extranjeros.
Al final de su vida, Adolfo regresó a su tierra natal. Murió en Venecia en 1898, sin haber vivido un par de días antes de cumplir los cincuenta y siete años.