El gilipollas Sensei Izawa Masana y su “guerra de excrementos”
Hoy más que nunca la naturaleza necesita de la ayuda de cada uno de nosotros y todos pueden aportar su aporte. El japonés Izawa Masana, por ejemplo, lleva 45 años defecando exclusivamente en la calle, violando las leyes de su país, pero respetando religiosamente las leyes de la naturaleza. El hombre se toma muy en serio su negocio e incluso está dispuesto a iniciar una “guerra de excrementos” si le prohíben ir al baño al aire libre.
Izawa Masana es uno de los pocos japoneses que valoran más la salud de nuestro planeta que su propia comodidad y seguridad. El ecoactivista básicamente hace sus necesidades en los parques y plazas de su prefectura natal de Ibaraki, devolviendo así los beneficios recibidos de la naturaleza.
Al mismo tiempo, Izawa no sólo va al baño entre los arbustos y el césped, sino que al cabo de un rato regresa al lugar de defecación con una cámara. Quiere asegurarse de que todo vaya como siempre y de que su pila esté cubierta de moho, hongos y larvas de insectos. Esta vista agrada a Masana, ya que simboliza que la naturaleza aceptó con gratitud su generoso regalo.
En el disco duro de la computadora del ecofilósofo, las fotografías de sus buenas obras se almacenan en carpetas separadas, como fotografías familiares, e Izawa se las muestra con orgullo a los periodistas. Al hombre también le gusta hablar de su “modo de samurái defecar”: está orgulloso de haber defecado en el baño sólo 14 veces en 45 años.
Izawa Masana llegó a su filosofía en 1974. En aquel momento, el todavía joven e inquisitivo japonés se interesó por las actuaciones medioambientales que se llevaban a cabo en su zona en relación con las obras de una estación de tratamiento de residuos. Esta empresa contaminó la zona y emitió un asqueroso miasma a cientos de metros a la redonda.
Por esta época, Izawa leyó el libro Una colorida guía de la naturaleza: hongos, del cual aprendió que la mejor forma natural de deshacerse de los desechos biológicos es a través del moho. Los hongos microscópicos son lentos pero increíblemente efectivos y descomponen todo, desde heces hasta cadáveres.
Los problemas medioambientales de su zona natal y la nueva información procedente del campo de la biología influyeron mucho en el joven de 24 años y decidió hacerse amigo de la naturaleza. Desde entonces, Masana no ha dependido de estaciones de procesamiento, ya que se comunica con la naturaleza por su nombre de pila.
El activista calculó que durante su activismo ambiental visitó “en gran medida” parques, plazas, bosques y simplemente macizos de flores más de 15 mil veces. Esos 14 desafortunados fallos en su práctica a largo plazo son los costos de la urbanización. Cuando la necesidad apremia a Izawa en el metro, el avión o el centro comercial, se ve obligado a aceptarla y desviarse de las reglas.
Izawa Masana no es sólo un amigo de la naturaleza, sino también un científico. Escribe un tratado sobre la cultura de la defecación en el que defiende clara y convincentemente los beneficios de su enfoque. Además, el japonés se autodenomina “mentor de los fertilizantes” y fundador de un movimiento filosófico (糞土師, fundoshi).
En 2017, uno de los periodistas le hizo al sensei una pregunta provocativa: ¿qué pasaría si sus ideas se extendieran a las masas y millones de japoneses comenzaran a defecar no donde deberían, sino donde les dicta su buen corazón? A esto el sabio respondió simplemente:
Así, Izawa, basándose en hechos y cifras, cortó de raíz la provocación del representante de prensa, que anticipaba una discusión larga e improductiva. En la conversación, el ecofilósofo también abordó aspectos de seguridad. Resulta que un adepto al fundoshi puede enfrentarse a peligros, incluso mortales:
Los transeúntes también pueden interferir con la meditación bajo un arbusto, pero al Maestro, que no teme a las cabezas de cobre ni a los osos, no le molestan en absoluto esas tonterías:
Izawa también tuvo problemas con los agentes del orden. Fue detenido varias veces por patrullas policiales, pero el hombre logró salirse con multas simbólicas y conversaciones moralizantes. Pero Masana entiende que tarde o temprano puede producirse un conflicto grave con la ley. El filósofo está preparado para ello y afirma que incluso en los tribunales y en la celda de la prisión hará todo lo posible para no traicionar sus convicciones.
Izawa cumple 70 años este año, pero está lleno de fuerza y optimismo. La vida le propinó golpes dolorosos, pero él no es un débil y los soporta con fortaleza. En 2013 lo abandonó su esposa, quien no compartía las ideas de su marido. Masana ha aprendido a disfrutar de la soledad y dedica su tiempo libre, del que dispone como pensionista, a sus aficiones favoritas.
La mayor pasión de Izawa siempre ha sido la fotografía. Los fines de semana, si el tiempo acompaña, el fundador de la filosofía fundoshi coge su cámara y sale de la ciudad para visitar a un granjero que conoce. Allí fotografía setas cultivadas sobre montones de excrementos de caballo y se regocija como un niño con cada toma exitosa. Masana comparte felizmente sus fotografías con todos y también las publica periódicamente en redes sociales y foros especializados.
Pero el compatriota de Izawa, el fotógrafo Nakamura, se inspira en historias diametralmente opuestas. Un hombre viaja por Japón y fotografía baños públicos con una arquitectura e interiores inusuales.