Cómo han cambiado las vidas de los diabéticos en los últimos 100 años
Hace cien años, un diagnóstico de diabetes sonaba a sentencia de muerte. Hoy, millones de personas en todo el mundo viven una vida plena gracias a los avances de la medicina. Desde el descubrimiento de la insulina hasta los sensores y bombas inteligentes, durante el último siglo la tecnología ha revolucionado el tratamiento de esta enfermedad. Descubra los progresos de la medicina y cómo ha cambiado la vida de las personas con diabetes.
Hace apenas cien años, sin insulina ni tecnología moderna, los diabéticos solo podían sobrevivir entre unos pocos meses y dos o tres años. Hoy, la diabetes ya no es una sentencia de muerte. La tecnología moderna ha transformado la vida de millones de personas en todo el mundo. Los sensores inteligentes, las bombas de insulina y las dietas personalizadas permiten llevar una vida plena y activa. Y todo comenzó con aquella arriesgada inyección de un extraño líquido marrón que los médicos administraron a un adolescente moribundo en 1922.
La diabetes mellitus se conoce desde la antigüedad. Fue mencionada por médicos de Egipto, Mesopotamia, Grecia y Roma, así como por sanadores medievales de Europa y Oriente. La enfermedad fue descrita por médicos tan eminentes como Celso, Galeno, Areteo, Avicena, Paracelso y muchos otros.
El término «diabetes» proviene del griego diabaino, que significa «atravesar». Fue acuñado por el antiguo médico y filósofo romano Areteo de Capadocia, que vivió en el siglo I d. C. Basándose en sus observaciones de sus pacientes, este antiguo médico nos legó esta terrible descripción de la enfermedad:
Areteo, considerado uno de los médicos más brillantes de su época, no pudo hacer nada por ayudar a estos pacientes. Sin embargo, los intentos por curar la diabetes o incluso prolongar la vida de los pacientes fracasaron durante casi 2000 años. Todo cambió cuando los científicos descubrieron la causa de esta enfermedad y encontraron una solución.
Hoy en día, todos saben que la diabetes es un trastorno endocrino. Se produce por la falta de insulina en el cuerpo o por su eficacia reducida. Esta alteración provoca trastornos metabólicos y afecta a vasos sanguíneos de diversos tamaños. En 1935, Roger Hinsworth identificó dos tipos principales de diabetes, lo que sentó las bases para nuevos métodos de tratamiento.
La diabetes tipo 1 se produce cuando el cuerpo carece por completo de insulina. Es necesario administrarle insulina diariamente mediante inyecciones. Este avance fue posible gracias al descubrimiento de la insulina, uno de los mayores logros de la medicina y la farmacología. Las causas de la enfermedad no se comprenden del todo, por lo que no se puede prevenir.
La diabetes tipo 2 se desarrolla de forma diferente: el cuerpo produce insulina, pero las células la absorben mal. Como resultado, los niveles de azúcar en sangre permanecen elevados durante mucho tiempo, lo que finalmente provoca complicaciones. Esta forma de diabetes antes era típica de las personas mayores, pero hoy en día es cada vez más común entre adultos de mediana edad e incluso niños con sobrepeso.
Pero todo comenzó con el descubrimiento de la insulina. El 14 de noviembre de cada año se celebra el Día Mundial de la Diabetes. Esta fecha se eligió para honrar el natalicio del renombrado fisiólogo canadiense Frederick Grant Banting (1891-1941). Tras haber experimentado los rigores de la Primera Guerra Mundial y haber estado a punto de perder un brazo a causa de una herida, Banting abrió una consulta médica privada en Toronto en 1920.
Al mismo tiempo, Banting aceptó un puesto como asistente del profesor Macleod en la facultad de medicina de la Universidad de Western Ontario. Su amigo de la infancia falleció tras una larga y dolorosa enfermedad de la diabetes. Este suceso impulsó al científico a abordar el problema de esta enfermedad incurable. Banting reclutó a su mejor alumno, Charles Best, como su asistente.
Los científicos dedicaron un año a experimentar con perros hasta descubrir el papel del páncreas en el desarrollo de la enfermedad. En 1921, Banting y Best lograron aislar un fármaco de un páncreas dañado. Se lo administraron a un perro que padecía diabetes tras la extirpación del órgano. El resultado superó todas las expectativas: el animal recuperó la consciencia y salió del coma, algo que hasta entonces se consideraba imposible y siempre fatal.
Lo único que quedaba por hacer era probar el fármaco en un paciente. Banting y Best se inyectaron insulina para garantizar su seguridad; no tenían forma de comprobar su eficacia. En enero de 1922, surgió una oportunidad. En Toronto, un chico de 14 años, Leonard Thompson, se estaba muriendo de diabetes. Su caso parecía desesperado: el adolescente pesaba solo 29 kilos y su estado se deterioraba rápidamente.
Los padres accedieron al tratamiento experimental, ya que su hijo había entrado en coma y su vida corría peligro. Le administraron el fármaco, pero el intento fracasó: el paciente desarrolló una reacción alérgica a la proteína extraña. Entonces, el bioquímico J.B. Collip intervino y purificó el fármaco. Tras una segunda inyección, Leonard se recuperó rápidamente.
A partir de entonces, Thompson recibió inyecciones regulares de insulina y pronto llevó una vida plena, como cualquier otra persona sana de su edad. Vivió trece años más y falleció de neumonía. El segundo paciente de Banting y Best fue un médico llamado Joe Gilchrist. Debido a la diabetes, casi había dejado de comer y estaba reducido a un esqueleto viviente. La insulina le salvó la vida y, tras su recuperación, Joe se unió al equipo de Banting como asistente.
Otro caso notable fue el rescate de Geneva, una niña de 10 años, hija de la médica estadounidense Josephine Stickelberger. Su madre detectó los síntomas de la diabetes a tiempo y contactó directamente con Banting. La niña fue trasladada de urgencia a Toronto en tren en estado crítico.
Banting administró la primera inyección de insulina en el andén del tren, salvando así la vida de la niña. Este incidente, presenciado por cientos de personas, se convirtió en la mejor publicidad para el medicamento milagroso. Josephine Stickelberger, profundamente agradecida a los científicos, participó activamente en su trabajo. Su hija Geneva creció, se convirtió en contadora y vivió una vida plena hasta los 72 años, aunque sin insulina no habría vivido ni siquiera hasta los 11.
En 1923, el Premio Nobel de Fisiología o Medicina fue otorgado a Banting y Macleod «por el descubrimiento de la insulina». Banting se sintió sumamente disgustado porque Best no recibió el premio. También le indignó el reconocimiento a las contribuciones de Macleod, quien simplemente había proporcionado un laboratorio para la investigación. Banting consideró inicialmente rechazar el premio, pero tras escuchar algunos consejos, cambió de opinión. En su lugar, donó públicamente la mitad de su premio a Best, destacando así su importante contribución al descubrimiento.
La insulina se descubrió hace más de 100 años y sigue siendo un fármaco indispensable para las personas con diabetes. Pero el progreso es constante. En el siglo transcurrido desde el descubrimiento de Banting y Best, han surgido numerosas tecnologías que mejoran significativamente la calidad de vida de las personas con diabetes.
La terapia con bomba de insulina se considera uno de los métodos más avanzados para el tratamiento de la diabetes. Funciona mediante un dispositivo especial que sustituye las funciones del páncreas, suministrando continuamente la insulina necesaria para su correcto funcionamiento.
La terapia tradicional, que implica múltiples inyecciones, utiliza insulina de acción prolongada, la cual no se absorbe completamente (a veces solo en un 50%), lo que provoca fluctuaciones drásticas en los niveles de glucosa en sangre, incluso con la misma dosis. Esto dificulta mantener un control glucémico estable.
En cambio, la insulina de acción rápida utilizada en las bombas de insulina se absorbe casi por completo, imitando la función de un páncreas sano. Esto ayuda a mantener niveles de glucosa más estables, lo que hace que el control de la diabetes sea más preciso y eficaz.
Otro descubrimiento importante son las «insulinas inteligentes». Se trata de medicamentos que detectan la glucosa y pueden regular su actividad en función de los niveles de azúcar en sangre. Esto supone un gran avance en la lucha contra la diabetes, ya que hace que la insulinoterapia sea más eficaz y segura. Desafortunadamente, los medicamentos actuales requieren una dosificación precisa, y un fallo en la misma puede ser mortal. Con la llegada de las «insulinas inteligentes», que actualmente se encuentran en fase de ensayos clínicos, este problema desaparecerá.
¿Crees que las nuevas tecnologías —bombas de insulina, sensores inteligentes e insulina inteligente— cambiarán por completo la vida de las personas con diabetes en los próximos años? Comparte tus opiniones y experiencias: ¿qué innovaciones te han ayudado ya a ti o a tus seres queridos a controlar su enfermedad?