Casos de hiperinflación catastrófica que permanecerán en la historia
La gente dice que el dinero es solo papel. Pero usando esta expresión figurativa, ni siquiera adivinamos lo cerca que estamos de la verdad. Familiarícese con varios casos de inflación relámpago que ocurrieron en diferentes momentos en diferentes países y asegúrese de que el dinero pueda costar menos que las materias primas utilizadas para imprimirlos.
La hiperinflación no es un fenómeno económico moderno. Por primera vez, la depreciación a gran escala del dinero se produjo a finales del siglo XVIII, durante la Revolución Francesa. Fuentes históricas dicen sobre la depreciación del dinero en un 143% por mes. Hasta principios del siglo XX, este indicador era un récord mundial absoluto, pero luego 17 casos de hiperinflación que ocurrieron en diferentes partes del mundo tomaron la dudosa palma de los franceses.
El profesor de economía Steve Hanke, de la Universidad Johns Hopkins Estadounidense, sostiene que la hiperinflación nunca ha sido el lugar donde se realizaba el pago de bienes o donde se cambiaban billetes directamente por productos. La depreciación del dinero solo se produce si la oferta monetaria circula sin restricciones y está controlada únicamente por normas y reglas.
No era difícil luchar contra la inflación en una sociedad donde reinaba el intercambio de monedas por productos. En 1124, durante el reinado del rey Enrique I, las monedas de plata comenzaron a caer en valor. Esto se debió a una disminución en la calidad del metal utilizado en la acuñación.
Para evitar una crisis económica, por orden del rey, a los acuñadores se les cortó la mano derecha y se les disparó, tomando otras nuevas en su lugar. Esto ayudó a estabilizar la plata esterlina, que fue el predecesor de la libra esterlina, que apareció a finales del siglo XII. Hoy en día es mucho más difícil luchar contra la inflación, aunque solo sea porque no se puede usar el método real.
Cualquier moneda que no esté respaldada por valores materiales está en riesgo de inflación, pero se necesitan requisitos políticos y sociales para su rápido desarrollo. Todos los casos de hiperinflación descritos a continuación son una excelente prueba de que esta afirmación es cierta.
1. El peor caso de hiperinflación se registró en Grecia en octubre de 1944. Los precios en el país aumentaron 2 veces cada 4 días, y la tasa de inflación fue de 13,800% por mes. Los problemas económicos se asociaron con la ocupación del país por los nazis y duraron 1,5 años.
Si en 1938 los griegos, en promedio, guardaban el dracma durante 40 días y solo entonces lo gastaban, entonces en el otoño de 1944 el dinero se almacenaba durante aproximadamente 4 horas. Si en 1943 el billete más grande en circulación del país era de 25.000 dracmas, a finales de 1944 aparecieron billetes con un valor nominal de 100.000.000.000.000 dracmas.
2. Después del final de la Primera Guerra Mundial, Alemania se vio envuelta en una hiperinflación de fuerza sin precedentes. La industria desangrada por la guerra, las enormes deudas y las obligaciones de pagar reparaciones se hicieron sentir. El gobierno comenzó a imprimir sellos en masa para cambiarlos por divisas y pagar deudas externas, lo que llevó a la depreciación del dinero.
Los precios se duplicaron cada 3 días, y en octubre de 1923, ya bajo la República de Weimar, la inflación alcanzó un increíble 29,500% por mes. Como ejemplo de aumento de los precios, se puede citar el costo del pan. En enero, se pidieron 250 marcos para una hogaza de pan en Berlín, y en noviembre se pagaron 200 mil millones por el mismo producto.
3. En 1992, sólo Serbia y Montenegro quedaban de la desintegrada Yugoslavia socialista. Las crisis económicas y políticas, que se sucedían una tras otra, obligaron al gobierno a encender las imprentas e inundaron el país con billetes de banco sin garantía.
En el primer mes de 1994, la hiperinflación, alimentada por las sanciones de la ONU y la increíble corrupción, ascendió a 313 millones por ciento. Los pocos productos que las tiendas podían ofrecer duplicaban el precio cada 34 horas. Los residentes de la ex Yugoslavia se separaron del dinero inmediatamente, sin demorarlos después de recibirlo, durante más de 1 ó 2 horas. Como no había mucho para gastar, multitudes de personas cruzaron la frontera húngara para comprar artículos de primera necesidad en un país vecino más o menos próspero.
4. A principios de los años 90 del siglo XX, el país africano Zimbabwe se convirtió en el poseedor absoluto del récord mundial de hiperinflación. En 1980, se introdujo una nueva unidad monetaria en el país, el dólar de Zimbabwe, que se estimó con arrogancia en 1,25 dólares estadounidenses. Durante algún tiempo, el tipo de cambio de esta moneda fue más o menos estable, pero en 1990 comenzó la reforma agraria.
Los europeos étnicos fueron expulsados del país, y sus granjas fueron distribuidas a los zimbabuenses indígenas. Los lugareños no tenían un deseo especial de trabajar en los campos, y gradualmente la economía del país comenzó a hundirse. El dólar zimbabuense fue paralizado por la guerra en el vecino Congo en 1998, y las sanciones estadounidenses impuestas en 2002 le pusieron fin por completo.
En 2007, todo estaba tan mal que los propietarios prefirieron tomar el alquiler de los inquilinos con harina de maíz y aceite vegetal. El papel higiénico y el azúcar, más valiosos que un dólar, también estaban en uso. En noviembre de 2008, los precios se duplicaron todos los días y, en el momento álgido de la crisis, una hogaza de pan costaba 200.000 millones de dólares de Zimbabwe.
5. Hungría se enfrentó a la hiperinflación más severa y prolongada de Europa, que comenzó después de la Primera Guerra Mundial y terminó solo después de la Segunda. Después del colapso del Imperio Austrohúngaro, se introdujo una nueva moneda en el país: el penge. El gobierno esperaba fortalecer la economía de esta manera y pagar la deuda externa.
Cuando no se obtuvo el efecto deseado, el banco estatal del país devaluó la moneda para cubrir los crecientes gastos presupuestarios. Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, el dinero se imprimía sin control a petición del gobierno, lo que llevó a su depreciación sin precedentes. Los precios en el país subían dos veces cada 15 horas, y en julio de 1946 la hiperinflación era del 41,9 cuatrillones por ciento. Todo el dinero húngaro en circulación estaba valorado en 1/1000 dólares estadounidenses.